04 octubre, 2007

El hombre mas feliz del mundo

De plano nos rompieron los paradigmas!
Acostumbrados a creer que la felicidad es una
competencia olímpica para tener más, ser más exitoso,
sentir más placer y hacer más cosas, ahora los
científicos del Laboratorio de Neurociencia Afectiva
de la Universidad de Wisconsin nos salen con que el
hombre más feliz del planeta es un tipo que vive en
una celda de dos por dos, no es dueño ni ejecutivo
de ninguna de las compañías del Fortune 500, no
tiene relaciones sexuales desde hace más de 30 años,
no vive pendiente del celular ni tiene Blackberry,
no va al gym ni maneja un BMW, no viste Armani ni
Boss, desconoce tanto el Prozac como el Viagra o
el éxtasis, y ni siquiera toma Coca-Cola.
En suma: el tipo más feliz del planeta es un
pobre diablo sin dinero, éxito profesional, vida
sexual, ni popularidad.

Su nombre es Matthieu Ricard, occidental por
nacimiento, budista por convicción y el único de
cientos de voluntarios cuyo cerebro no sólo alcanzó
la máxima calificación de felicidad prevista por
los científicos (- 0.3), sino que se salió del
felizómetro por completo (-0.45). Los 256 sensores
y decenas de resonancias magnéticas a las que Ricard
se sometió a lo largo de varios años para validar
el experimento no mienten: ahí donde los niveles
de estrés, coraje y frustración en los meros
mortales es muy alto, en la mente de Ricard estas
sensaciones negativas no existen. Por el contrario,
ahí donde la mayoría de voluntarios mostró bajísimos
niveles de satisfacción y plenitud existencial,
Ricard se voló la barda en todas y cada una de las
sensaciones positivas, dando origen al título de
'el hombre más feliz del planeta' ( www.elmundo.es,
22 de abril).

Lo paradójico del caso no es que haya un hombre tan
feliz, sino que llegó a serlo desprendiéndose de
todo aquello en lo que los occidentales suponemos
radica la felicidad: éxito profesional, pericia
científica, dinero, posesiones, fama, placeres,
relaciones humanas y consumo, consumo, consumo. Y
es que Matthieu Ricard no es ajeno a nada de esto:
hijo del miembro emérito de la academia francesa
Jean François Revel, Ricard no se dejó deslumbrar
por el ateísmo ilustrado de su padre, ni por su fe
de nacimiento; tampoco sus estudios de genética
celular en el Instituto Pasteur le trajeron la
satisfacción deseada. Con el mundo a sus pies y a
punto de convertirse en una eminencia científica
decidió que por ahí no iba la cosa. Se fue al
Himalaya, adoptó el celibato y la pobreza de los
monjes, aprendió a leer el tibetano clásico e
inició una nueva vida desde cero. Hoy es la mano
derecha del Dalai Lama y ha donado millones de
euros producto de la venta de sus libros a
monasterios y obras de caridad.

Pero eso no es la causa, sino la consecuencia de
su felicidad. La causa hay que buscarla en otro lado,
dice el jefe del estudio, Richard J. Davidson, y no
es ningún misterio ni gracia divina: se llama
plasticidad de la mente o, dicho en términos menos
fufurufos, es la capacidad humana de modificar
físicamente el cerebro por medio de los pensamientos
que elegimos entretener.

Resulta que al igual que los músculos del cuerpo,
el cerebro desarrolla y fortalece las neuronas que
más utilizamos. A más pensamientos negativos mayor
actividad en el córtex derecho del cerebro y en
consecuencia, mayor ansiedad, depresión, envidia
y hostilidad hacia los demás.
O, como quien dice, más infelicidad autogenerada.
Por el contrario, quien trabaja por pensar bien de
los demás y ver el lado amable de la vida ejercita
el córtex izquierdo elevando las emociones
placenteras y la felicidad.

Pero nadie se vaya con la finta de tanta
'felizología' barata que circula por ahí: Ricard
advierte que no se trata de decidir ver la vida en
rosa de un día para otro, si no de trabajar
sistemáticamente en debilitar esos músculos de
infelicidad que tanto hemos fortalecido creyéndonos
víctimas del pasado, de los padres o del entorno y, en
paralelo, comenzar a ejercitar los músculos mentales
que nos hacen absolutamente responsables de nuestra
propia felicidad (M. Ricard, En defensa de la
felicidad, Ed. Urano).

Al final, los resultados del estudio vienen a cimbrar
los pilares de nuestra civilización consumista -donde
el Prozac se vende cuatro veces más que el Viagra-
porque confirman, ahora sí con pruebas científicas
en mano, lo que humanistas y profetas de todas las
épocas han venido diciendo sin que los científicos
materialistas les dieran ni poquito crédito.

A saber: que la felicidad es un asunto del espíritu
que no depende de nada ni de nadie externo a la
persona (Buda), que la clave para ser feliz mora
en el interior de cada quien (Cristo) y que la
felicidad o es un hábito o es el resultado de varios
de ellos (Aristóteles). Y si bien Ricard admite que
su camino no es más que uno de muchos, advierte que
ser feliz necesariamente pasa por dejar de culpar a
los demás de nuestra infelicidad y buscar la causa
en nuestra propia mente.
O, como dice un adagio: 'envejecer es obligatorio,
madurar es opcional'.

4 comentarios:

elnícopo. dijo...

muy buen articulo... en especial me gustó eso acerca de que se deben ejercitar las neuronas de la felicidad :O
saludos!

Anónimo dijo...

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